UN AÑO DE GOBIERNO DE OBAMA: UN EXITO RELATIVO DE LOS REPUBLICANOS

Un éxito relativo de los republicanos
El verdadero triunfador es el radicalismo conservador que crece en la base
A. CAÑO - Washington - 21/01/2010

La explosión de alegría con la que los conservadores recibieron ayer su victoria en la elección de un escaño para el Senado por el Estado de Massachusetts está más que justificada en una formación que ha conseguido recuperar la iniciativa política sólo un año después de perder la presidencia, pero no es la prueba de la buena salud del Partido Republicano ni una garantía de sus éxitos futuros.
El movimiento 'tea party' canaliza los temores de la clase media blanca
El vencedor en el Estado de Massachusetts, Scott Brown, es un populista sin identificación ideológica que, durante la campaña, tuvo mucho cuidado de no ser identificado como republicano y evitó rodearse de las figuras más representativas de ese partido. Su victoria, además de la derrota de Barack Obama y de los demócratas, es la victoria de la persona que sirve como mensajero del malestar de los votantes, no necesariamente la victoria del Partido Republicano.

Una encuesta publicada ayer mismo por el periódico The Wall Street Journal y la cadena NBC otorgaba a los republicanos una preferencia de voto de cara a las elecciones legislativas de noviembre del 41%, exactamente igual que a los demócratas. A la pregunta de si aprueban la actuación de la oposición durante el debate de la reforma sanitaria, el 64% de los entrevistados contesta que no, una cifra peor que la de Obama.

No es, por tanto, en este momento el Partido Republicano el canalizador del descontento popular. Sus éxitos y su visibilidad recientes se deben a la energía cobrada por un movimiento de base conocido como los tea party, en alusión a uno de los acontecimientos decisivos de la Revolución América y uno de los que mejor explica el sentimiento de esta sociedad contra los impuestos y la autoridad gubernamental.

A finales del siglo XVIII, aquella fue una gesta contra el odiado imperio británico que elevó la reputación de uno de los padres de la nación, Samuel Adams. Trasladado a los albores del siglo XXI, el tea party es un movimiento que sustancialmente representa el miedo del hombre blanco de clase media, exacerbado por la crisis económica y la llegada de un afroamericano a la Casa Blanca. Sus ideas y sus mensajes son una mezcla de anarquismo liberal, racismo y fanatismo religioso.

No tienen un líder ni un domicilio social. Pero han organizado las mayores movilizaciones populares del último año, se han extendido por casi todo el país y han sacado al conservadurismo del estado de postración en que lo dejó George Bush. A principios de febrero celebrarán su primera convención, en Nashville (Tennessee), donde Sarah Palin -ex candidata a la vicepresidencia y ex gobernadora de Alaska- pronunciará el discurso de clausura.

Las actividades de los tea party han recibido amplia cobertura de parte de la cadena de televisión Fox News, cuyo más exaltado comentarista, Glenn Beck, es también una de las estrellas y principales agitadores del movimiento.

De esa confabulación de intereses se ha aprovechado el Partido Republicano, cuyos dirigentes actualmente oscilan entre el apoyo prudente a los tea party y el silencio complaciente. Figuras como John McCain y Newt Gingrich, por ejemplo, han alertado del peligro potencial de radicalización y exclusión que representa. El vencedor en Massachusetts exhibió, sin embargo, en alta voz el respaldo que ese movimiento había dado a su candidatura.

Por mucha energía que esa plataforma genere, no es difícil augurarle tensiones internas y debilidades en cuanto se produzca el debate por la toma del poder. Puede ayudarle al Partido Republicano a reunir fuerzas para ganar en noviembre, pero es muy aventurado pensar que los tea party puedan representar una opción seria para recuperar la presidencia en 2012.

Incluso puede acentuar el fenómeno, que ya se observó en 2008, de marginalización de los republicanos entre las minorías raciales y los electores mejor educados y de hábitat urbano, quizá decepcionados con Obama pero también asustados de la beligerancia con que se expresa la alternativa conservadora.

OBAMA DA MARCHA ATRÁS EN LA REFORMA SANITARIA



Los demócratas tratan de decidir qué hacer.- "Lo mejor es tratar de convenir en aquellos aspectos de la ley en los que estamos de acuerdo", afirma el presidente de EE UU
ANTONIO CAÑO | Washington 21/01/2010

Vota Resultado 15 votos Comentarios - 12 En medio de un clima de pánico y caos entre la mayoría demócrata del Congreso, el presidente Barack Obama y su partido han ofrecido hoy las primeras señales de marcha atrás en la reforma sanitaria y de su voluntad de incorporar un tono populista a su agenda doméstica. Aunque oficialmente no se ha anunciado aún una decisión, todo parece indicar que la ley sobre un nuevo sistema de salud, al menos en la versión ambiciosa que actualmente se conoce, está muerta.

La victoria republicana en Massachusetts ha resultado demoledora para la mayoría demócrata. Su impacto psicológico ha sido infinitamente mayor que lo que en sí mismo representa la derrota por cinco puntos de un sólo escaño de una mayoría de 60 en un Senado con 100 asientos. Aunque han perdido la ventaja que se requiere para evitar el obstruccionismo de la oposición, los demócratas tienen aún 19 escaños más que sus rivales, que sin embargo parecen haber tomado la Bastilla. El vencedor en Massachusetts, Scott Brown, ha llegado hoy a Washington como el general MacArthur entró en Nueva York en 1951 y ha sido recibido por sus nuevos colegas republicanos en la Capitolio como el salvador.

Los demócratas han pasado el día recluidos en sus despachos o participando en reuniones del grupo tratando de decidir qué hacer. Sus contactos con los periodistas fueron sólo esporádicos y para confesar su frustración. "No podemos permanecer ciegos a lo que ha ocurrido, hay que dejarse de mega-leyes", ha dicho el representante Michael Arcuri, recogiendo el estado de ánimo de muchos congresistas que quieren saltar del barco que pilota el presidente porque temen que lo que le ocurrió a su compañera de Massachusetts les ocurra a ellos mismos en noviembre.

El propio Obama parece admitir que hay que olvidarse de la reforma sanitaria. En una entrevista a la cadena de televisión ABC ha dicho que, en estos momentos, "lo mejor es tratar de convenir en aquellos aspectos de la ley en los que estamos de acuerdo", y ha mencionado varios sin incluir la extensión de la cobertura a los 30 millones de personas que carecen de seguro.

La Casa Blanca ha insistido hoy en que esa declaración no supone que ya haya una decisión tomada y ha asegurado que el presidente está todavía discutiendo con los líderes del Congreso sobre qué hacer. El portavoz demócrata en el Senado, Harry Reid, prometió que, para cualquier cosa que se haga, se esperará a que Brown tome posesión de su cargo. La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, manifestó que todavía no hay una estrategia decidida pero que sí está decidido "seguir hace adelante", sin más precisión.

La verdad es que ninguno sabe hacia donde ir porque ninguna solución es buena. Repudiar la ley por la que se ha peleado durante un año es malo. Aprobarla contra lo que se interpreta como la voluntad popular, peor aún. Quedarse así, en el limbo, sin hacer nada, es el desastre total.

Posibles salidas

Los demócratas no tienen ya los 60 votos que se requieren para asegurarse el triunfo en el Senado. Pero podrían, por ejemplo, asumir en la Cámara de Representantes el proyecto de ley tal como salió del Senado, lo que evitaría la redacción de un texto de conciliación y el obligado trámite de ratificación por el voto de ambas cámaras. Sin embargo, los demócratas de la Cámara se niegan porque saben que eso se lo penalizará su electorado.

Otra solución es, como parece sugerir Obama, recortar los objetivos de la ley y volverla a negociar con los republicanos. Esto tampoco es fácil en el clima de euforia que vive la derecha y después de que se ha demostrado que la oposición frontal produce rendimiento. "No queremos que den marcha atrás, queremos empezar de nuevo", ha dicho hoy el ex candidato presidencial John McCain.

El mensaje de Massachusetts, tal como lo interpreta el presidente, va más allá del rechazo a la reforma sanitaria. Parece más bien un castigo a una forma de hacer política tratando de conciliar intereses y respetando el estatus quo. "El sentimiento de rabia que dio su cargo a Brown es el mismo que me llevó a mí al mío", ha declarado Obama a la cadena ABC.

Con objeto de responder a esa rabia, la Casa Blanca está ya modificando su estrategia para dar prioridad a medidas más populistas y otras encaminadas visiblemente a la creación de puestos de trabajo. El anuncio hoy de nuevas normas para limitar y controlar la actividad bancaria está plenamente vinculado a esa rectificación. "Hemos estado tan concentrados en sacar nuestro programa adelante que hemos perdido cierta capacidad de hablarle directamente al pueblo norteamericano", ha reconocido Obama.

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