SANDRO POZZI - Nueva York - 17/05/2010
Si la espiral de la deuda soberana griega es capaz de poner a los mercados internacionales en vilo, ¿cuál sería entonces el daño que puede llegar a infligir si los inversores perdieran la fe en Estados Unidos? La deuda total estadounidense crece rápido, y alcanza ya a los 12,9 billones de dólares, el equivalente al 92% de su PIB. La campana, temen algunos expertos, puede sonar pronto. La degradación de las cuentas públicas en Estados Unidos comienza a acercarse a un nivel que amenaza con poner a prueba a los mercados en plena crisis del euro.
Es la consecuencia de lo que ya se conoce como "capitalismo de Estado", el término con el que los observadores se refieren al papel central que adoptaron los Gobiernos en la economía, para, con el dinero del contribuyente, rescatar la banca y combatir la recesión. Esto provocará que la deuda en los países ricos toque el 100% del PIB en 2014, 37 puntos más que antes de la crisis.Tres puntos de ese incremento, según datos recientes del Fondo Monetario Internacional, se atribuyen a la ayuda masiva al sector financiero. Otros 3,5 puntos, a los paquetes de estímulos fiscales. Cuatro más por los intereses que deben pagar los Gobiernos por la deuda que acumulan. Y a esto hay que añadir otros nueve puntos derivados de la pérdida de ingresos por la recesión.Como dicen los analistas de Citigroup, las finanzas públicas en la mayoría de las potencias industrializadas "están en su peor estado desde la revolución industrial", excluyendo, claro, los periodos de guerra y de posguerra. Y por eso no son pocos los que empiezan a mirar más allá de la crisis inmediata en Europa, y se anticipan a la siguiente etapa, con la atención puesta en EE UU.
¿Somos Grecia?, se pregunta David Walker, presidente de la Fundación Peter Peterson. Económicamente, dice, los dos países no son comparables. EE UU es mucho más grande, crece desde hace un año y es más flexible y diversificado. Pero Walker advierte de que si no se corrige el rumbo, el peligro de caer en una situación como la griega "no estará muy lejano en el tiempo".
La ecuación es simple. Para un país con un nivel de deuda que se acerca al 100% del PIB, basta con que el interés esté al 3% y que su economía crezca al 3% para que todo lo que recaude extra vaya para cubrir los costes que genera la deuda. La oficina presupuestaria del Congreso de EE UU estima que para 2020, el 14% del gasto irá destinado a pagar los intereses de la deuda. Eso equivale a 916.000 millones de dólares, frente a los cinco veces más que el año pasado. El problema añadido es que buena parte de esa deuda está en manos de extranjeros, es decir, el dinero sale del país en lugar de invertirse.
En las próximas dos décadas, si esa política no cambia, la deuda podría doblarse y superar el 150% del PIB por el impacto en el gasto sanitario y de pensiones de la ola de jubilaciones del baby boom. Ante este panorama, el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, reclama un plan creíble para reducir el déficit (ronda el 11% del PIB) a un nivel sostenible. Bernanke opina que el caso griego debe ser tomado como una lección. Si no, "se perderá la confianza de los mercados". EE UU tiene, además, su propio drama en casa. A día de hoy es más arriesgado prestar dinero a California que a Irak, según el CMA Sovereign Risk Monitor. El Estado aparece el séptimo en una lista liderada por Venezuela, Argentina y Grecia. La diferencia es que la relación entre los distintos niveles de gobierno en EE UU es más estrecha que en Europa, lo que se traduce en una garantía para los mercados financieros.
Y aunque por lo general se niega cualquier comparación entre la situación fiscal estadounidenses y el drama que se vive en Europa, en Washington siguen muy de cerca su evolución, por el temor de que la crisis descarrile la débil e incipiente recuperación. Por un lado, el euro está en caída libre, lo que encarece los productos estadounidenses en el exterior. La zona euro es el segundo mercado para EE UU (15,3%), por detrás de Canadá (19,4%) y seguido de México (12,2%). Pero como señalan desde Goldman Sachs, el negocio exportador equivale al 1,1% de la economía, cuando el conjunto de sector representa el 7,8% del PIB.
El problema llegaría, señalan, si el parón en Europa derivado de la crisis fiscal afectara a otras economías, con las que EE UU tiene estrechos lazos comerciales. Y lo que preocupa especialmente es que el efecto contagio restrinja las condiciones financieras.