YOLANDA MONGE - Washington - 10/05/2010
Mientras que los presidentes renuevan su cargo cada cuatro años, los jueces del Supremo ocupan el puesto de por vida. Con 50 años -será el miembro más joven de la institución-, Kagan decidirá los destinos judiciales del país durante décadas si es confirmada por el Senado durante las audiencias que se espera se desarrollen durante el verano. La Casa Blanca desea que el proceso sea lo más fluido y rápido posible para que la juez pueda comenzar el nuevo curso legal en octubre, cuando el Supremo retome su actividad tras las vacaciones estivales.
A las diez de la mañana, Obama comparecía en la Casa Blanca junto a Elena Kagan y el vicepresidente, Joe Biden, para hacer público el nombre que estaba en todas las quinielas y que se quedó fuera la anterior ocasión que el presidente tuvo que nombrar otro juez. El año pasado, Obama eligió a Sonia Sotomayo r para reemplazar a David Souter , que decidió abandonar la alta institución por motivos personales con sólo 69 años. Diciendo de ella que era "una amiga" y "una de las mejores mentes legales del país", Obama avanzó que "su excelencia, integridad y pasión por la ley" harán de Kagan una líder en el Supremo. Kagan agradeció la oportunidad al presidente y se declaró "honrada" por la propuesta.
El mayor escollo que puede contemplar Kagan a la hora de enfrentarse a su proceso de confirmación en el Congreso es su falta de experiencia en la judicatura. La mujer que Obama ha elegido para ser el juez número 112 del Tribunal Supremo nunca ha sido tal. Kagan fue asistente del primer juez negro del Tribunal Supremo -Thurgood Marshall, a quien ella considera "un héroe"; Obama bromeó y dijo que "en contraposición, Marshall la llamaba shorty -bajita-", en referencia a la poca estatura física de la abogada, quien tuvo que subirse a una tarima para llegar al micrófono-.
Kagan es una de esas mujeres que entra en la categoría de las primeras veces. Fue la primera decana que tuvo la Universidad de Harvard y la primera mujer en ocupar el cargo de procuradora general -también la nombró Obama, en enero del año pasado-. Licenciada por la Universidad de Princeton, Kagan posee también títulos por Oxford y Harvard. Sólo ha ejercido el derecho privado durante dos años en una firma de Washington pero ha trabajado en los tres poderes clásicos: legislativo, ejecutivo y judicial -fue consejera del entonces senador Joe Biden durante el proceso de confirmación para el Supremo de la juez Ginsburg; sirvió en la Administración de Bill Clinton y Barack Obama y conoce los entresijos del Supremo de mano de uno de sus jueces más representativos, Thurgood Marshall-.
Sin gran historial que pruebe su bagaje legal -su nombramiento no alteraría el equilibrio ideológico de la máxima corte ya que se la considera una liberal-, algunas de sus decisiones pueden servir de arma a los republicanos en su proceso de confirmación. Kagan, como decana de Harvard, trató de impedir que el Ejército pudiera hacer su labor de reclutamiento de soldados en el campus de la universidad por oponerse a la polémica ley don't ask, don't tell (no preguntes, no hables) que prohíbe a los homosexuales revelar su condición si quieren seguir en la institución militar.
Soltera y sin hijos, Kagan es un producto tan puramente neoyorquino que "aprendió a conducir bien entrada la veintena", según sus amigos. Kagan elevará a tres el número de judíos en el Supremo, que cuenta con otros seis miembros católicos, lo que supone que será la primera vez en la Corte que no hay ningún protestante, religión mayoritaria en la nación.