Obameces (III): El Nobel de la Paz para el Señor de la GuerraEscrito



10 Oct 2009
por: Cordura el 10 Oct 2009 - URL Permanente
Al enterarme de la triste noticia de la concesión del Nobel al emperador, dirijo en especial mis pensamientos hacia las almas sencillas, no muy duchas en cuestiones y manejos políticos, que verán en este acontecimiento “una prueba más” de su bondad. Es por ellos que debemos hacer un nuevo esfuerzo de esclarecimiento frente a tanto afán de engatusarnos.
Sorpresa... relativaNos ha pillado desprevenidos. A fin de cuentas, no estamos tan pendientes de los fenómenos mediáticos (propagandísticos) como pudiera deducirse de la propia estridencia de los medios.
Pero, bien mirado, no debiera sorprendernos. Obama, exquisito producto de marketing político diseñado desde las altas esferas, sigue siendo la “esperanza blanca” de los magnates para su proyecto de dominación planetaria. Y se daba la circunstancia de que su popularidad empezaba a flaquear, sobre todo en la metrópolis, propendiendo peligrosamente a bajar del 50%. El aumento del desempleo, la oposición a la reforma sanitaria y la creciente mala fama de la guerra de Afganistán contribuyen a ello.
Nos cuentan que el propio laureado se sintió sorprendido por semejante agasajo. Dice incluso que no se lo merece (frase protocolaria que esta vez, como en otros precedentes históricos, coincide con la verdad).
Como el actual emperador lleva aún poco tiempo en el cargo, menos de nueve meses, algunos verán en este galardón, más que un reconocimiento por lo ya realizado, un estímulo para realizarlo. Lo que, visto en clave negativa, podría considerarse una especie de “patata caliente” (“regalo envenenado”, lo llama Ana Romero, en el marco de un análisis de lo más miope).
Sin embargo, aunque todavía fresco, lo cierto es que el presidente Obama ya tiene un pasado como tal. De hecho, a ello alude el Comité Nobel noruego en su anuncio del premio.
Las “razones” para el NobelEn dicha comunicación, el Comité de Oslo justifica el galardón al emperador «por sus extraordinarios esfuerzos para fortalecer la diplomacia internacional y la cooperación entre los pueblos». Leyendo esto, se imagina uno al pobre idealista Obama sudando, sin aliento, al borde de la extenuación en su afán por pacificar el mundo.
Candorosamente, dice Javier Valenzuela que «Obama es todo lo contrario de George W. Bush».
Estamos hablando del mismo que ha invadido Pakistán (añadiendo un país más a la cuenta agresora del Imperio), en el contexto de su engañosa y brutal guerra contra Afganistán, ya con ocho años de historia y miles de civiles muertos, a la cual se dispone a enviar cuarenta mil soldados más al tiempo que “espera” que otros países también manden refuerzos. Alguien que, como ya denunciamos desde un principio, ha venido siguiendo en lo básico (cambios cosméticos aparte) la línea de su predecesor, marcada por la “Guerra contra el Terrorismo” (ver también). Y que no ha tenido empacho, en declarar, aprovechándose de aquélla, la guerra a los “piratas” somalíes, a pesar de que crecen las dudas sobre quiénes son los verdaderos piratas, y sobre si no es el propio Obama el Corsario Jefe.
Siguen diciendo los noruegos que atribuyen «especial importancia a la visión y al trabajo de Obama en favor de un mundo sin armas nucleares […]. La visión de un mundo libre de armas nucleares ha estimulado poderosamente las negociaciones para el desarme y el control de armamento» (sic).
Este mismo aspecto, el del desarme nuclear, lo ha remarcado la “Santa” Sede en su esperable declaración de “aprecio” por el Nobel concedido a Obama.
Pero en el contexto actual es inevitable ver una alusión a (contra) Irán en ambas citas. A ojos del mundo, gracias a los medios del Sistema, ese país encarna hoy la amenaza nuclear por antonomasia (lo de Corea del Norte, aunque ellos sí tenga la bomba, es más bien la nota pintoresca). Poco importa que jamás se haya podido demostrar intención bélica del programa nuclear iraní. O que sus dirigentes declaren repetidamente que se oponen «fundamentalmente a las armas nucleares» por razones morales y religiosas. O que “Israel” sí las posea, y en un arsenal notable, violando descaradamente el Tratado de No Proliferación, y el propio Imperio, con Obama a la cabeza, se oponga a la visita de los inspectores internacionales a sus instalaciones o a que el régimen sionista informe sobre ellas.
Pues, en la práctica, y a poco que uno vaya más allá de sus falsos discursos, es obvio que Obama está aún más comprometido que Bush, si cabe, en el acoso a Irán. Sus ofertas de “diálogo”, ya lo vimos hace meses, no son más que una zanahoria envenenada.
Si realmente a Obama le importase el desarme nuclear general, empezaría por recortar, siquiera “simbólicamente”, el propio arsenal de su país, el más colosal con muchísima diferencia. Y tendría la decencia de pedir al fin perdón, en nombre de todos sus compatriotas, por haber sido Estados Unidos el único país, hasta el día de hoy, que ha usado esas armas en una guerra, exterminando poblaciones enteras. Sólo entonces cabría hablar de diálogo real, no de amenazas y coacciones disfrazadas.
Algo similar podría hacer, o más bien pedir, la “Santa Sede”, pomposo y blasfemo nombre que usa para sí el Vaticano. Pero éste, como Obama, lleva años más preocupado por facilitar la guerra contra Irán que por la paz en el mundo. Su falso lenguaje diplomático parece, de hecho, el espejo en el que se mira Obama para esgrimir el suyo.
La razón verdaderaObama es un profundo reaccionario (es algo peor, en realidad), pero en su país los hay, entre los influyentes, otros que lo son tanto o incluso más que él. Por eso, habida cuenta de que el Comité noruego ha puesto énfasis también en su contribución a la «diplomacia multilateral», algunos han visto en ello una confirmación de sus temores de que, con Obama, Estados Unidos pierda su hegemonía planetaria. El Nobel, según ellos, vendría a confirmar o estimular esa dirección.
Pero el emperador se ha apresurado a desmentir esa interpretación, asegurando que, más que un reconocimiento de sus propios logros personales, el prestigioso (?) premio supone «una afirmación al liderazgo norteamericano». De este modo, y por segunda vez aunque en este caso dejándose de protocolos, al laureado se le ha vuelto a “escapar” una verdad.
Si alguno, ingenuamente, creía que el hecho de quedarse Chicago sin los Juegos de 2016 suponía una bofetada a ese liderazgo en la cara de Obama (una derrota por lo demás previsible), ahora tiene ocasión de comprender que el Sistema se guardaba una carta en la manga con la que sobrecompensar ese fracaso. La carta del premio Nobel.Los perversos como Obama no dirán la última palabraNo debemos, reitero, sorprendernos por la concesión del mismo a este pobre hombre. Ya otros criminales lo recibieron en el pasado (espíguense en esta lista).
Pero que no deba haber sorpresa no ha de rebajar ni un ápice nuestro sentido de escándalo. Proclamémoslo bien alto: le han dado el Nobel de la Paz al presidente electo que calló ante la última gran masacre de palestinos en Gaza, al emperador que se ensaña contra el pueblo afgano, al invasor de Pakistán, al chulo que piratea como jefe de los corsarios las aguas somalíes, al farsante que no acaba de sacar a sus tropas de Irak, al sinvergüenza que no acaba de cerrar Guantánamo (y que, para “cerrarlo”, lo que se dedica a hacer es crear nuevos “gantanamitos” por el mundo), al esbirro del Sistema que ha profundizado una colosal transferencia internacional de recursos de los pueblos a las elites financieras (las mismas que ocasionaron la crisis económica inducida), al hipócrita que ha consentido el desalojo del presidente democráticamente elegido de Honduras...
Se lo han dado al presidente de la gripe cochina (llamada “gripe A”, pero que ya es la gripe de Obama), consentidor y forjador de una agresión sin precedentes a la salud de su propio pueblo (y del mundo entero), sobre todo a través de la tan absurda como obscena campaña de vacunación, ya iniciada masivamente en la metrópolis, y de la inmunidad (impunidad) legal para políticos y farmacéuticas.
El infeliz Obama no es más que la cara amable de una camarilla de terroristas que gobiernan el planeta. El Nobel otorgado, como esa engañosa cara, pretende pintar de luz un mundo de tinieblas que ellos mismos están creando al servicio, consciente o no, de Satanás, padre de la mentira y príncipe de este mundo.
Pero hay, pese a todo, buenas noticias: esa sucia rata llamada Diablo ya ha sido juzgada. Sus seguidores, ésos que hoy tanto se ríen de nosotros, sufrirán el mismo destino final que ella, salvo que se arrepientan a tiempo con todas las consecuencias.
En cualquier caso, tan abyectos criminales no dirán la última palabra. Tanto dolor y destrucción como vienen causando se topará con una respuesta de esperanza para sus víctimas, las cuales sólo tienen que decir “SÍ” al Dios de Amor contra el que aquéllos se levantan:
«Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. […] Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá más muerte, ni habrá más llanto ni clamor ni dolor, porque las primeras cosas ya pasaron» (Mateo 11: 28; Apocalipsis 21: 4).
tomado de http://lacomunidad.elpais.com/periferia06/2009/10/10/obameces-iii-nobel-la-paz-el-senor-la-guerra