Red Voltaire
21/12/09
Lo llaman «Dr. Flu» (Doctor Gripe). El profesor Albert Osterhaus es el principal consejero de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ante la pandemia de gripe H1N1. Venía prediciendo desde hace años la inminencia de una pandemia global y lo que hoy sucede parece estar dándole la razón. Pero el escándalo que ha estallado en los Países Bajos y que está siendo tema de debate en el parlamento ha puesto de relieve los vínculos personales del profesor Osterhaus con los laboratorios que fabrican las vacunas que él mismo prescribe en sus recomendaciones a la OMS.
F. William Engdhal nos relata cómo un experto poco escrupuloso ha logrado manipular la opinión pública internacional, sobredimensionando el impacto de la gripe H1N1 y enriqueciendo así a los laboratorios que le pagan a él.
Durante el transcurso de este año, el parlamento de los Países Bajos [1] abrigaba sospechas sobre el famoso Dr. Osterhaus y había abierto una investigación por conflicto de intereses y malversación. Fuera de los Países Bajos y de la prensa de esa nación, sólo unas pocas líneas publicadas en la respetada revista británica Science mencionaron la sensacional investigación sobre los negocios del Dr. Osterhaus.
No se cuestionaban ni las referencias de Osterhaus ni sus conocimientos en su especialidad. Lo que se pone en tela de juicio, como señala en un simple despacho la revista Science, es la independencia de su juicio personal en lo tocante a la pandemia de gripe A. Refiriéndose al Dr. Osterhaus, la revista Science publicaba las siguientes líneas en su edición del 16 de octubre de 2009:
«En los Países Bajos, durante los 6 últimos meses, era difícil encender la televisión sin ver aparecer al célebre cazador de virus Albert Osterhaus y oírlo hablar de la pandemia de gripe A. Por lo menos, eso es lo que se creía. Osterhaus era el Señor Gripe, el director de un laboratorio internacionalmente conocido en el Centro Médico de la Universidad Erasmo de Rótterdam. Pero su reputación decayó rápidamente la semana pasada luego de la mención de una serie de sospechas sobre su deseo de incentivar el temor sobre una pandemia para favorecer los intereses de su propio laboratorio en la elaboración de nuevas vacunas. En el momento en que Science entraba en prensa, la Segunda Cámara del Parlamento de los Países Bajos anunciaba también que el tema será objeto de un debate urgente.» [2]
El 3 de noviembre de 2009, sin salir completamente indemne, Osterhaus había logrado evitar daños. En el sitio web de la revista Science, uno de los blogs reportaba: «La Segunda Cámara del Parlamento de los Países Bajos rechazó hoy una moción que exigía que el gobierno rompa todo vínculo con el virólogo Albert Osterhaus del Centro Médico de la Universidad Erasmo de Rótterdam, quien está siendo objeto de acusaciones por conflicto de intereses como consejero gubernamental. Por su parte, el ministro de Salud Ab Klink anunciaba al mismo tiempo una ley [3] para la transparencia del financiamiento de la investigación, que obligará a los científicos a revelar los vínculos financieros que mantienen con empresas privadas» [4].
En un comunicado difundido a través del sitio del ministerio de Salud en Internet, el ministro Klink, de quien se sabe que es un amigo personal de Osterhaus [5], afirmaba posteriormente que éste último no era más que uno de los muchos consejeros del ministerio para las cuestiones relacionadas con las vacunas contra la gripe A H1N1. El ministro afirmó también estar «al corriente» de los intereses financieros de Osterhaus [6] que, según el propio ministro, no tienen esconden nada de extraordinario, simplemente el progreso de la ciencia y de la salud pública. Por lo menos, eso es lo que se creía.
Un análisis más profundo del expediente Osterhaus deja entrever que ese virólogo neerlandés de fama internacional pudiera ser el eje de una estafa de varios miles de millones de dólares montada alrededor del riesgo de una pandemia. Se trataría de un fraudulento sistema en el que vacunas no sometidas a los necesarios procesos de ensayo estarían siendo utilizadas en seres humanos, lo cual conlleva el riesgo –cosa que ya ha sucedido– de provocar serias secuelas, como graves parálisis e incluso la muerte.
La superchería de las heces de pájaro
Albert Osterhaus no es un individuo cualquiera. Se trata de un científico que ha desempeñado un papel en todas las grandes olas de pánico que se han desatado debido a la aparición de virus, desde las misteriosas muertes imputadas al SRAS (Síndrome Respiratorio Agudo Severo) en Hong Kong, donde la actual directora general de la OMS Margaret Chan promovió su carrera como responsable de la salud pública a nivel local.
Según su biografía oficial en la Comisión Europea, en abril de 2003, en pleno apogeo del pánico provocado por el SRAS, Osterhaus fue contratado para participar en las investigaciones sobre los casos de infecciones respiratorias que en aquel momento se hacían cada vez más frecuentes en Hong Kong. En el informe de la Unión Europea se puede leer lo siguiente: «demostró nuevamente su talento para reaccionar rápidamente ante graves situaciones. En 3 semanas probó que esta enfermedad es provocada por un coronavirus recientemente descubierto que contamina las civetas, los murciélagos y otros animales carnívoros» [7].
Posteriormente, cuando se dejó de hablar de los casos de SRAS, Osterhaus se dedicó a otra cosa y se dio a la tarea de dar envergadura mediática a los peligros de lo que él llamaba la gripe aviar H5N1. En 1997, ya había hecho sonar la alarma después de la muerte, en Hong Kong, de un niño de 3 años sobre el que Osterhaus sabía que había estado en contacto con pájaros. Osterhaus desarrolló su labor de cabildeo en los Países Bajos y a través de Europa afirmando que una nueva mutación letal de la gripe se había transmitido a los humanos y que había que tomar medidas drásticas. Afirmaba además que él era el primer científico del mundo en haber demostrado que el virus H5N1 podía contaminar a los humanos [8].
Refiriéndose al peligro que representaba la gripe aviar, Osterhaus declaraba en una entrevista que transmitió la BBC en octubre de 2005: «si el virus lograra efectivamente mutar de forma tal que se transmitiese entre los humanos estaríamos en una situación completamente diferente. Pudiéramos encontrarnos ante un principio de pandemia». Y agregaba: «existe un verdadero riesgo de que los pájaros diseminen el virus por toda Europa. Es un riesgo real que, sin embargo, nadie ha podido evaluar hasta ahora, porque no hemos realizado los experimentos» [9].
El virus nunca llegó a mutar, pero Osterhaus estaba dispuesto a «realizar experimentos» que seguramente reportarían generosas gratificaciones. Para sostener su alarmante escenario de pandemia tratando de conferirle cierta legitimidad científica, Osterhaus y sus ayudantes de Rótterdam empezaron a recoger y congelar muestras de heces de pájaros. Osterhaus afirmó que, según los periodos del año, hasta un 30% de todos los pájaros de Europa eran portadores del mortal virus de la gripe aviar H5N1. Afirmó también que las personas en contacto con gallinas y pollos estaban por lo tanto expuestas al virus.
Osterhaus comunicó todo eso a los periodistas, que tomaron nota de su mensaje alarmista. Se alertó a los políticos. Ante la prensa Osterhaus emitió la hipótesis de que, después de haber provocado varias muertes entre los antípodas asiáticos, el virus, que él había etiquetado como H5N1, se propagaría hacia Europa, posiblemente en las plumas o en las entrañas de pájaros mortalmente infectados. Osterhaus sostenía la tesis de los pájaros migratorios capaces de traer al oeste el nuevo virus mortal, hasta regiones tan lejanas [de Asia] como Ucrania y la isla de Rügen [10]. Para ello no tenía más que fingir que no sabía que los pájaros no emigran del este hacia el oeste sino del norte hacia el sur.
La campaña alarmista de Osterhaus alrededor de la gripe aviar despegó realmente en 2003, a raíz del fallecimiento de un veterinario neerlandés que había estado enfermo. Osterhaus anunció que el fallecimiento había sido provocado por el virus H5N1. Convenció al parlamento neerlandés para que exigiera el sacrificio de millones de pollos. Pero no se produjo ningún otro deceso provocado por una infección similar a la que él había atribuido al H5N1. Para Osterhaus, esto último demostraba la eficacia de la campaña de sacrificios masivos preventivos. [11]
Para Osterhaus, las deyecciones de los pájaros propagaban el virus al caer sobre la población y sobre los demás pájaros en tierra. Sostenía firmemente su convicción de que aquellas deyecciones eran el vector que propagaba el mortal brote del virus H5N1 desde Asia.
La creciente acumulación de muestras congeladas de deyecciones aviarias que Osterhaus y sus asociados habían reunido y conservado en su instituto presentaba, sin embargo, un problema. Ni una sola de aquellas muestras permitió confirmar la presencia del virus H5N1. En 2006, en ocasión del congreso de la OIE (Oficina Internacional de Epizootias), actualmente denominada Organización Mundial de Sanidad Animal, Osterhaus y sus colegas de la Universidad Erasmo de Rótterdam no tuvieron más remedio que admitir que al analizar las 100 000 muestras de materias fecales que tan cuidadosamente habían recogido, no habían encontrado la menor huella del virus H5N1. [12]
En 2008, en Verona, durante la conferencia de la OMS sobre el tema «La gripe aviar y la interfase hombre-animal», Osterhaus hacía uso de la palabra ante sus colegas de la comunidad científica, sin dudas menos cautivados que el público no científico por sus incitaciones a la emotividad.
Admitía entonces que: «en el actual estado del conocimiento, nada permite formular una alerta contra el virus H5N1,
Las calamidades en tierra y mar, la inestabilidad social, las amenazas de guerra, como portentosos presagios, anuncian la proximidad de acontecimientos de la mayor gravedad. Las agencias del mal se coligan y acrecen sus fuerzas para la gran crisis final. Grandes cambios están a punto de producirse en el mundo, y los movimientos finales serán rápidos.—Joyas de los Testimonios 3:280 (1909). Elena de White
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