R. M. DE RITUERTO - Bruselas - 06/05/2010
"Sabíamos que Grecia nos estaba engañando". Karel De Gucht, comisario de Comercio, reconoce que las trapacerías contables y estadísticas griegas eran un secreto a voces desde que Atenas ganó en 1999 su entrada en el euro, con datos sobre el cumplimiento de los criterios de Maastricht (inflación, déficit y deuda, esencialmente) aceptados como buenos por Eurostat, la agencia estadística de la Comisión. "Cuando entraron en el euro ya se vio que había problemas" con las cifras griegas, señala el comisario
El belga De Gucht no quiere mirar en casa, la Comisión Europea, en busca de responsables por la falta rigor ante aquellas fantasías de proporciones homéricas. "El problema
[de la falsificación de datos] no ha hecho más que agravarse desde entonces", dice el comisario, quien recuerda cómo ya "en 2003 y 2004 la Comisión quiso enviar inspectores a Atenas, a lo que se opusieron los Gobiernos" de la Unión.
En una entrevista con EL PAÍS y otros cinco periódicos europeos, el responsable comunitario mantiene que el paquete de socorro adoptado el pasado domingo por el Eurogrupo "es muy potente, y como Grecia se ha comprometido a un ahorro descomunal de 30.000 millones, la Comisión vigilará ahora para que se cumpla. Nos hallamos ante una operación muy creíble".
Fruta madura
De Gucht considera que los sacrificios que impone el plan de salvamento han caído como fruta madura ante las graves circunstancias, aceptados por el Gobierno y, de mejor o peor gana, por los griegos, sin tener que imponerlos precipitadamente. "La población no lo hubiese aceptado antes", señala. "Había que tener cuidado para que no estallara una revolución". Una de las consecuencias de la crisis helena ha sido la pérdida de valor de la moneda única, ahora en el área de los 1,30 euros por dólar, depreciación atractiva para el primer bloque comercial del mundo, que así puede exportar más. "Si no fuese por Grecia, estaríamos muy satisfechos", dice.
En esta hora de críticas a Alemania por su resistencia a socorrer a Grecia, De Gucht evita pronunciarse sobre las decisiones de la canciller Angela Merkel y hace un canto a la disciplina germana. "No entiendo las críticas a Alemania", señala. "Ha controlado sus salarios, produce bienes que otros países quieren comprar. Todos deberíamos exportar más".
Es un gran contraste con el cuadro de otros socios de la eurozona. "Hay países que llevan años con desequilibrios porque los salarios no se ajustan a la productividad, lo que supone una pérdida de competitividad que daña a la eurozona", apunta. "Tiene que haber disciplina. Si no la hay, antes o después se paga el precio".
Las calamidades en tierra y mar, la inestabilidad social, las amenazas de guerra, como portentosos presagios, anuncian la proximidad de acontecimientos de la mayor gravedad. Las agencias del mal se coligan y acrecen sus fuerzas para la gran crisis final. Grandes cambios están a punto de producirse en el mundo, y los movimientos finales serán rápidos.—Joyas de los Testimonios 3:280 (1909). Elena de White
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