El Grupo Bilderberg, un club privado de debate al más alto nivel, reúne a puerta cerrada a un centenar de políticos y financieros de Europa y EE UU
C. DELGADO - Sitges - 04/06/2010
Un secreto a voces. En eso se ha convertido la reunión Bilderberg este año. Decenas de periodistas y de manifestantes del movimiento antiglobalización se arremolinaban ayer en la carretera de acceso al hotel Dolce de Sitges, en las proximidades de Barcelona. Esperaban ver llegar a alguna de las personalidades de la realeza, la política y la empresa de Europa y Estados Unidos que se reúnen allí desde ayer y hasta el domingo. Una reunión anual muy selecta y teóricamente secreta donde los socios de este exclusivo club de debate de alto nivel pueden hablar sin tapujos, porque comentar con la prensa cualquier detalle del club Bildelberg está prohibido.
Basta poner juntas las palabras poderosos y secreto para captar la atención de medio mundo. Eso ha ocurrido este año en la reunión del llamado club Bilderberg. Esta cita de poderosos lleva celebrándose desde 1954 y toma su nombre del primer emplazamiento que tuvo: el hotel Bilderberg, en Arnhem (Holanda). La familia real de ese país apoyó desde el principio la creación de este grupo de opinión, para lograr tras la II Guerra Mundial fortalecer las relaciones entre Europa y Estados Unidos, donde tenía importantes intereses. Y nada mejor que reunir a los más influyentes y poderosos del momento para intercambiar opiniones.
El club sigue teniendo las mismas normas 56 años después: la lista de asistentes, que ronda el centenar de personas, no es pública. Solo hay miembros de Estados Unidos y Europa (precisamente la falta de presencia asiática y latinoamericana hace que muchos consideren este club de poder algo desfasado). Los asistentes a la reunión no pueden comentar ni la asistencia ni las ponencias. Y tanto los viajes como el alojamiento deberán pagarlos de su bolsillo.
Pese a todo, siempre acaban saliendo a la luz algunos nombres e incluso la temática de algunos debates. Entre los asistentes de Estados Unidos que han acudido este año a Sitges destacan Paul Volcker, presidente de la Reserva Federal en los ochenta y asesor del presidente Barack Obama; Henry Kissinger, ex secretario de Estado; Larry Summers, también de la Administración Obama, y James Steinberg, subsecretario de estado de EE UU. De entre las personalidades europeas, destacan la reina Beatriz de Holanda, la reina Sofía (aunque la Casa del Rey ni confirma ni desmiente su asistencia), Joaquín Almunia, Heinz Fischer (presidente de Austria) y José Montilla, presidente de la Generalitat. Además, acuden personalidades del mundo de la empresa y las finanzas como Bill Gates, fundador de Microsoft; Juan Luis Cebrián, consejero delegado de PRISA (Editor de EL PAÍS); Ana Patricia Botín, presidenta de Banesto; César Alierta, presidente de Telefónica, y altos cargos de Shell, Golden Sachs, Fiat, Siemens, Airbus....
Todos los participantes que hablen en los debates, que en realidad comienzan hoy (ayer fue una jornada de viajes y encuentros), podrán realizar intervenciones de 10 minutos. Cuando su tiempo se esté agotando, una luz roja les advertirá que deben acabar.
De todas formas, no es fácil asegurar que todos los invitados hayan acudido a los debates. El hotel de Sitges donde se celebrarán las sesiones es estos días un auténtico búnker. Más de 350 mossos d'Esquadra y varios efectivos de la Guardia Civil cuidan de su seguridad. El hotel, situado en una zona apartada del municipio, ha sido aislado. Los accesos están cortados y los vecinos de la única urbanización que comparte terreno con el complejo hotelero y su campo de golf tienen que mostrar su identidad para poder acceder a su casa.
Ayer, cada vez que un coche de alta gama con cristales tintados y escolta policial cruzaba la entrada, los flashes de las cámaras se disparaban y los antisistema se deshacían en gritos. Detrás de la ventanilla, imposible ver a nadie. Algunos manifestantes aseguraban haber visto de madrugada helicópteros llegar al hotel. "Ahí viajaban los peces gordos", aseguraba uno de ellos. La policía, como todos los que rodean a este club de poderosos, ni confirma ni desmiente.
Las calamidades en tierra y mar, la inestabilidad social, las amenazas de guerra, como portentosos presagios, anuncian la proximidad de acontecimientos de la mayor gravedad. Las agencias del mal se coligan y acrecen sus fuerzas para la gran crisis final. Grandes cambios están a punto de producirse en el mundo, y los movimientos finales serán rápidos.—Joyas de los Testimonios 3:280 (1909). Elena de White
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