INVESTIGAN "MILAGRO" DE PACELLI EL PAPA DE HITLER


Vaticano investiga posible milagro de Pío XII
Un hombre del sur de Italia asegura que el Papa lo sanó de un cáncer de próstata que era incurable.
por latercera.com - 19/01/2010 - 12:40
Pío XII está cada vez más cerca de la beatificación. El Vaticano anunció hoy que ordenó una investigación por un posible milagro que habría realizado el fallecido Papa.

Según revela hoy el diario británico The Daily Telegraph, se trata de un hombre del sur de Italia que asegura que Pío XII lo sanó de un cáncer próstata que era incurable.
El Vaticano le pidió al arzobispo de Sorrento, Felice Cece, que establezca un tribunal para investigar el caso.
Si la Iglesia Católica aprueba que el caso del italiano es un milagro, Pío XII sería beatificado. Sin embargo, se necesita de otro milagro para que el Papa sea declarado santo.

La figura de Pío XII ha desatado gran controversia en el último tiempo, ya que Benedicto XVI reconoció en él "virtudes heroicas", el primer paso hacia la santifación.
Los dichos del Papa desataron controversia debido a que la comunidad judía afirma que Pío XII no hizo lo suficiente para salvar a judíos de los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial.


El Papa de Hitler

--------------------------------------------------------------------------------

UN POLEMICO LIBRO REVELA DOCUMENTOS DEL VATICANO SOBRE EL ANTISEMITISMO DE PIO XII



En los Estados Unidos acaba de aparecer El Papa de Hitler: la historia secreta de Pio XII, un libro donde el investigador John Cornwell habla del antisemitismo y el silencio ante el Holocausto de un Papa al que el Vaticano está a punto de canonizar.
(Por John Cornwell)
Siempre estuve convencido de que la evidente santidad de Eugenio Pacelli era una prueba de su buena fe. ¿Cómo prodría haber traicionado a los judios un Papa tan Santo?. Pedí acceso a documentos cruciales, asegurándoles a sus custodios que estaba del lado de mi investigado: en un libro titulado Un ladrón en la Noche, yo había defendido al Vaticano contra cargos del asesinato del Papa Juan Pablo I por sus pares.

Dos oficiales me permitieron acceder al material secreto: declaraciones bajo juramento que se juntaron hace treinta años para avalar el proceso de canonización de Pacelli y el archivo de la Secretaría de Estado del Vaticano. También recurrí a fuentes alemanas en relación con las actividades de Pacelli en Alemania durante las décadas del ´20 y del ´30, incluídos sus contactos con Adolf Hitler.

A mediados de 1997 me encontré en un estado de shock moral. El material que había juntado no apuntaba a una exoneración sino a una acusación aún más escandalosa.
La evidencia era explosiva, Mostraba por primera vez que Pacelli era abiertamente, y según sus propias palabras, antisemita.

Pacelli llegó al Vaticano en 1901, a la edad de 24 años, reclutado para especializarse en cuestiones internacionales y derecho canónico. Colaboró con su superior, Pietro Gasparri, en la reformulación del Código de Derecho Canónico que se distribuyó en 1917 a los obispos católicos de todo el mundo.
A la edad de 41 años, ya arzobispo, Pacelli partió hacia Munich como nuncio papal para comenzar el proceso de eliminar los desafíos legales a la nueva autocracia papal y procurar un tratado entre el papado y Alemania como un todo, que reemplazará todos los arreglos locales y se convirtiera en un modelo de las relaciones entre la Iglesia Católica y los Estados.

En mayo de 1917 recorrió Alemania, destruída por la guerra, ofreciéndo su caridad a gente de todas las religiones. Sin embargo, en una carta al Vaticano, reveló tener menos amor por los judíos. El 4 de septiembre le informó a Gasparri, que era cardenal secretario de estado en el Vaticano, que un doctor Werner, el rabino jefe de Munich, se había acercado a la nunciatura para rogar un favor. Con el fin de celebrar Succoth, los judíos necesitaban hojas de palmeras, que normalmente llegaban de Italia. Pero el gobierno italiano había prohibido la exportación, vía Suiza, de unas palmeras que los judíos habían comprado y que estaban retenidas en Como. “La comunidad israelita – continuaba Pacelli – busca la intervención del Papa con la esperanza de que abogue a favor de los miles de judíos alemanes”.

Pacelli le dijo a Gasparri que no le parecía apropiado que el Vaticano “los ayudara en la práctica de su culto judío”. Gasparri respondió que confiaba completamente en la “astucia” de Pacelli, coincidiendo con que no sería apropiado ayudar al rabino Werner.

Dieciocho meses mas tarde reveló su antipatía por los judíos de una manera más abiertamente antisemita, cuando estuvo en el centro de una revuelta bolchevique en Munich. En una carta a Gasparri, Pacelli describió a los revolucionarios y a su líder, Eugenio Levien: “Un ejército de trabajadores corría de un lado a otro, dándo órdenes, y en el medio, una pandilla de mujeres jóvenes, de dudosa apariencia, judías como todos los demás”, daba vueltas por las salas con sonrisas provocativas, degradantes y sugestivas.

La jefa de esa pandilla de mujeres era la amante de Levien, una jóven mujer rusa, judía y divorciada. (…..) Este Levien es un hombre jóven, de unos 30 o 35 años, también ruso y judío. Pálido sucio, con ojos vacíos, voz ronca, vulgar repulsivo, con una cara a la vez inteligente y taimada”.

Hitler que había logrado su primer gran triunfo en las elecciones de 1930, quería un trato con el Vaticano porque estaba convencido de que su movimiento sólo podía tener éxito si se eliminaba al catolicismo político y sus redes democráticas. Luego de su ascenso al poder en enero de 1933, Hitler hizo una prioridad de su negociación con Pacelli.

El Concordato del reich le garantizó a Pacelli el derecho a imponer un nuevo Código de Leyes Canónicas sobre los católicos de Alemania. A cambio, Pacelli colaboró en el retiro de los católicos de la actividad política y social. Luego Hitler insistió en la disolución “voluntaria” del Partido Central Católico Alemán”.

Los judios fueron las primeras víctimas del Concordato: luego de su firma , el 14 de julio de 1933, Hitler dijo a su gabinete que el tratado había creado una atmósfera de confianza “especialmente significativa en la lucha urgente contra el judaísmo internacional”. Aseguraba que la Iglesia Católica le había dado su bendición pública, en el país y afuera, al nacional – socialismo, incluída su posición antisemita.

Durante los años ´30, a medida que el antisemitismo nazi crecía en Alemania, Pacelli no se quejó ni siquiera en nombre de los judios convertidos al catolicismo: para él, era cuestión de política interna.
En enero de 1937, tres cardenales y dos obispos alemanes viajaron al Vaticano para pedir una vigorosa protesta contra la persecución nazi de la Iglesia Católica, a la que se le habían suprimido todas las formas de actividad con excepción de los servicios religiosos. Finalmente, Pío XII decidió lanzar una encíclica, escrita bajo la dirección de Pacelli, donde no había ninguna condena explícita al antisemitismo.

En el verano de 1938, mientras agonizaba, Pio XII se preocupó por el antisemitismo en Europa y encargó la redacción de otra encíclica dedicada al tema. El texto que nunca vió la luz del día, se descubrió hace poco. Lo escribieron tres jesuitas, pero presumiblemente Pacelli estuvo a cargo del proyecto. Se iba a llamar Humani Generis Unitas (La unión de las raza humana) y, a pesar de sus buenas intenciones, está lleno de una antisemitismo que Pacelli había mostrado en su primer estadía en Alemania. Los Judios, dice el texto, eran responsables de su destino, Dios los había elegido, pero ellos negaron y mataron a Cristo. Y “cegados por su sueño de triunfo mundial y éxito materialista” se merecían “la ruina material y espiritual” que se habían echado sobre sí mismos.

El documento advierte que defender a los judíos como exígen “los principios de humanidad cristianos” podría conllevar el riesgo inaceptable de caer en la trampa de la política secular. La encíclica llegó a los jesuitas de Roma a fines de 1938; hasta el día de hoy, no se sabe por qué no fue elevada a Pío XII, Pacelli, convertido en Papa el 12 de marzo de 1939, sepultó el documento en los archivos secretos y les dijo a los cardenales alemanes que iba a mantener relaciones diplomáticas normales con Hitler.

Pacelli conoció los planes nazis para exterminar a los judíos de Europa en enero de 1942. Las deportaciones a campos de exterminio habían comenzado en diciembre de 1941. A lo largo de 1942, Pacelli recibió información confiable sobre los detalles de la solución final provista por los británicos, franceses y norteamericanos en el Vaticano.
El 17 de marzo de 1942, representantes de las organizaciones judías reunidos en Suiza le enviaron un memorándum a través del nuncio papal en Berna, donde detallaban las violentas medidas antisemitas en Alemania, en sus territorios aliados y en zonas conquistadas. El memo fue excluído de los documentos de la época de la guerra que el Vaticano publicó entre 1965 y 1981.

En septiembre de 1942, el presidente norteamericano Franklin Roosevelt envió a su representante personal, Mylon Taylor, a que le pediera a Pacelli una declaración contra el exterminio de los judíos. Pacelli se negó a hablar porque debía elevarse sobre las partes beligerantes.

El 24 de diciembre de 1942, finalmente, Pacelli habló de “aquellos cientos de miles que, sin culpa propia, a veces sólo por su nacionalidad o raza, reciben la marca de la muerte o la extinción gradual”. Esa fue su denuncia pública mas fuerte de la solución final.

Pero hay algo peor. Luego de la liberación de Roma, Pio XII pronunció su superioridad moral retrospectiva por haber hablado y actuado a favor de los judíos. Ante un grupo de palestinos, dijo el 3 de agosto de 1946:
“Desaprobamos todo uso de fuerza (….) como en el pasado condenamos en varias ocasiones las persecuciones que el fanatismo antisemita infligió al pueblo hebreo”. Su autoexculpación grandilocuente un año después del fin de la guerra demostró que no sólo fue Papa ideal para la solución final nazi, sino que también un hipócrita.

QUE DICEN LOS NUEVOS DOCUMENTOS

Por J.C.


La nueva evidencia que recopilé muestra que:
La asombrosa antipatía de Pacelli por los judíos venía de 1917, lo cual contradice que sus omisiones fueron hechas de buena fe y que “amaba” a los judíos y respetaba su religión.

Pacelli le reconoció al Tercer Reich que sus políticas antisemítas eran asuntos internos de Alemania. El Concordato entre Hitler y el Vaticano creó un clima ideal para la persecución de los judíos.
Pacelli no avaló la protesta de los obispos católicos alemanes contra el antisemitismo.
Pacelli intentó mitigar el efecto de las encíclicas de Pío XII al darle garantías diplomáticas privadas a Berlín, a pesar de conocer la abierta persecución de los judíos.

Pacelli estaba convencido de que los judíos se habían procurado su suerte: intervenir a su favor sólo podía llevar a la Iglesia hácia alianzas con fuerzas hostiles al catolicismo.

Referencia:

FUENTE: NOTA PUBLICADA EN LA REVISTA “VEINTIDOS” EL DÍA JUEVES 30 DE SEPTIEMBRE DE 1999./

ELECCIÓN EN MASSACHUSETTS CLAVE PARA OBAMA



Hoy se decide quién usará el escaño que dejó el fallecido senador Edward Kennedy. Según los sondeos, el ganador sería el candidato republicano.
por latercera.com - 19/01/2010 - 14:20

Massachusetts elige hoy a quien será el sucesor del fallecido senador Edward "Ted" Kennedy. Los comicios representan una importante prueba para el Presidente estadounidense, Barack Obama, por una serie de razones.

En primer lugar, ese escaño es demócrata desde 1952. Sin embargo, las últimas encuestas sostienen que el ganador sería el republicano Scott Brown, lo que sería un fuerte revés para la fuerza política del mandatario.

Por otra parte, en el caso de que efectivamente Brown se imponga a la opción demócrata Martha Coakley, se perdería un voto muy necesario para aprobar la reforma de salud de Obama, el plan estrella de su gobierno.

El triunfo republicano sería también una importante señal de lo que podría ocurrir en las elecciones legislativas que se celebran el próximo 2 de noviembre en Estados Unidos, cuando serán electos 435 miembros de la Cámara de Representantes y 35 senadores.

Los analistas creen que Obama podría perder en esos comicios la mayoría que tiene actualmente en la Cámara de Representantes.

RATZINGER SE REUNE CON LA CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE ANTIGUAMENTE LLAMADA LA SANTA INQUISICIÓN



La Congregación para la Doctrina de la Fe es un órgano colegiado del Vaticano cuya función, custodiar la correcta doctrina católica en la Iglesia, está definida según el Artículo 48 de la Constitución Apostólica sobre la Curia Romana Pastor bonus, promulgada por Juan Pablo II el 28 de junio de 1988. Esta Congregación es la sucesora de la antigua "Sagrada Congregación de la Romana y Universal Inquisición", fundada por Pablo III en 1542 bajo la influencia del Cardenal Giovanni Pietro Carafa, quien años más tarde se convertiría en el Papa Pablo IV, y en cuyo Pontificado el Santo Oficio se convertiría en su arma más poderosa. Renombrada por San Pío X en 1908 como "Sagrada Congregación del Santo Oficio" y a la que Pablo VI en 1965 le dio su nombre actual respondiendo a numerosas quejas sobre la Inquisición,[1] aunque ha sido antecedido con el término Sagrada (Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe)[2] hasta la reforma del Código de Derecho Canónico de 1983, que lo excluyó de los nombres de las congregaciones vaticanas.

Contaba con veinticinco miembros —cardenales, arzobispos y obispos— y estuvo presidida desde 1981 por el que fuera Cardenal Joseph Ratzinger, hasta que en el último cónclave fue elegido el actual papa, Benedicto XVI. Éste nombró como sucesor en la presidencia de la Congregación para la Doctrina de la Fe al arzobispo norteamericano William Joseph Levada el 13 de mayo de 2005, que luego fue también elevado a la categoría de cardenal en el Consistorio del 24 de marzo de 2006. El cardenal Levada era miembro de esta congregación desde 1976.

ALI AGCA AFIRMA QUE WOJTILA FUE UN "HOMBRE ESCEPCIONAL"



Alí Agca afirma que Juan Pablo II fue un "hombre excepcional"
El turco, que atacó al Papa en 1981 y salió en libertad ayer, envió respuestas a diferentes preguntas al diario italiano "La Repubblica".
19/01/2010 - 11:19

Compartir Alí Agca, el turco de extrema derecha que disparó contra Juan Pablo II en la plaza de San Pedro el 13 de mayo de 1981, afirma hoy en el diario "La Repubblica" que el Pontífice polaco fue "un hombre excepcional".

"La Repubblica" publica las respuestas que hizo por escrito Agca tras su salida ayer de la cárcel turca en la que cumplía condena desde el año 2000 por el asesinato de un periodista.

"El Papa polaco fue un hombre excepcional, maravilloso. Wojtyla es el hombre símbolo del Evangelio del amor, que ahora es traicionado por millones de falsos cristianos prisioneros de odio y rencor", afirmó Agca.

Además deseó "todo lo mejor" al Papa Benedicto XVI y pidió a la Iglesia Católica "desvelar el cuarto Secreto de Fátima" o, amenazó con hacerlo público él.

En la entrevista, el ex miembro de los "Lobos Grises" habla sobre todo del caso de Emmanuela Orlandi, la joven hija de un empleado del Vaticano que desapareció en junio de 1983, y que Agca ha siempre relacionado con el atentado al Papa y su detención.

Según Agca, "Emanuela Orlandi está viva", "ha sido siempre tratada humanamente", "sólo sufre la limitación del contacto externo", y afirmó que espera "llevarla al Vaticano. Quizá el 22 de junio, fecha de su secuestro".

Agca insistió en que la joven, que tenía 15 años cuando desapareció, fue secuestrada para pedir su liberación "por una organización poderosa" de la que no quiso revelar el nombre.

EL FINAL DEL IDILIO



Al cumplirse un año de la presidencia de Obama, la excitación se ha diluido y prevalece un sentimiento de oportunidad perdida. Pero el saldo de su gestión es favorable: EE UU está hoy mejor que en enero de 2009, y el nuevo Gobierno ha recuperado prestigio y autoridad
ANTONIO CAÑO 17/01/2010

Obama ha perdido más de 20 puntos de popularidad y ha bajado incluso del 50% de aprobación

Tal vez, como sugieren algunos obamanólogos, Obama sea demasiado civilizado para el cargo que ocupa
El caso de Barack Obama no es diferente. Su victoria electoral provocó una marejada de entusiasmo pocas veces vista. Se depositaron en él expectativas sobrehumanas imposibles de satisfacer. Se le creyó capaz de un cambio, como quiera que cada uno lo entendiera, que equivaldría al renacimiento de nuestra sociedad hipócrita y desmoralizada. Se le atribuyeron poderes especiales y se esperaba que desde su sillón en el Despacho Oval emitiera la señal que la humanidad necesitaba para la salvación. Este país religioso que en cada presidente cree ver la llegada del Mesías alcanzó el paroxismo con Obama, y el mundo, ansioso de liderazgo y harto de George Bush, se contagió sin reservas.

Pasado el tiempo, al cumplirse un año de su toma de posesión como presidente de Estados Unidos, esa excitación se ha esfumado y el sentimiento que hoy prevalece es el de una oportunidad perdida.

El antiguo fervor sólo sobrevive apenas en algunos grupos de fieles entre la comunidad afroamericana. Los carteles con su rostro, que un día se cotizaron alto en las mejores galerías del país, son ahora material de descuento en tiendas para turistas. Su biografía ha dejado de dominar las estanterías de las librerías, donde ahora arrasa la aciaga memoria de Sarah Palin.

La derecha ha recuperado la iniciativa política, los conservadores vuelven a ser el grupo ideológico mayoritario del país y el Partido Republicano es el favorito para obtener la mayoría parlamentaria en las próximas elecciones. El intento de bipartidismo naufragó ante la primera ola, el clima político sigue siendo dolorosamente áspero y los ciudadanos otra vez reflejan mayoritariamente en las encuestas su pesimismo sobre el rumbo en que camina el país.

Ese panorama no es, sin embargo, el resultado necesario de la mala gestión de Barack Obama. El saldo de su primer año es, paradójicamente, bastante favorable. Estados Unidos está hoy mejor que en enero de 2009 y, aunque algunas de las causas de tensión mundial subsisten, el nuevo Gobierno ha recuperado prestigio y autoridad para desarrollar su política exterior con el respaldo internacional conveniente.

En el orden interno, la amenaza de colapso que se cernía sobre la economía norteamericana ha desaparecido. El sistema financiero se ha recuperado. Los bancos han devuelto, en su mayor parte, el dinero que el Estado les entregó para su salvación y hoy vuelven a hacer negocio. Las empresas se van recuperando poco a poco de su letargo, incluso la maltrecha industrial del automóvil, que, con ayuda del Gobierno, ha empezado la reestructuración que requería y presenta ya beneficios. La Bolsa asciende como reflejo de las predicciones optimistas que, aunque de forma moderada, emiten los analistas. Incluso aceptando que el plan de estímulo de cerca de 800.000 millones de dólares aprobado el pasado febrero no haya tenido un impacto decisivo en la mejora de la situación, el Gobierno merece una parte del crédito por lo conseguido.

En el ámbito internacional, esencialmente se ha roto el aislamiento en el que Estados Unidos había caído durante la anterior Administración y se han establecido las bases para la cooperación con Rusia y con China y para un mejor entendimiento con la Unión Europea de cara a Irán y Oriente Próximo. Se ha eliminado el maniqueísmo que lastraba la guerra contra el terrorismo y se han robustecido los argumentos norteamericanos con la abolición de las medidas que enturbiaban su sistema democrático.

En condiciones normales, este balance sería suficiente para reconocer una buena actuación. Pero no es así. Obama ha perdido más de 20 puntos de popularidad en estos 12 meses y ha bajado incluso del 50% de aprobación en una encuesta de la cadena CBS esta misma semana. Desde todos los ángulos de la escena política se dispara en su contra. La derecha le acusa de haber socializado la economía del país, la izquierda le critica por la guerra de Afganistán y por no haber podido aún cerrar Guantánamo, y los independientes están decepcionados por la exacerbación de la lucha partidista.

Cada uno puede encontrar un asunto en el que Obama le ha fallado, aunque éstos sean a veces contradictorios. Donde los conservadores ven la prueba de que la nación se precipita hacia el comunismo, los liberales observan el ejemplo de que Obama se ha entregado a los grandes intereses de siempre. De extremo a extremo, el estado de opinión se radicaliza por minutos en unos medios de comunicación cada día más expuestos a la precipitación y la superficialidad.

Es lo que Paul Starr, profesor de Sociología de la Universidad de Princeton, llama "gobernar en la era de Fox News", la cadena de televisión conservadora. "Cuando Walter Cronkite es sustituido por Glenn Beck (el titán ultra de la Fox) y Keith Olbermann (su equivalente izquierdista en MSNBC), el liderazgo político pierde a un socio imprescindible en la construcción del consenso. Éste es el problema al que hace frente Obama", afirma Starr.

El largo debate sobre la reforma sanitaria es el paradigma de lo que ha ocurrido este año. Aún pendiente de ratificación por la comisión mixta Senado-Cámara de Representantes, no es exagerado decir que incluso la versión más modesta de esta ley constituye un paso de gigante para el sistema de salud de Estados Unidos. La garantía de un seguro de salud a más de 30 millones de personas que ahora no lo tienen por carecer de los recursos para pagarlos o por padecer enfermedades crónicas que los hace inadmisibles para las compañías representa un hito extraordinario. Jonathan Cohn, el especialista de la revista New Republic, lo considera "la pieza legislativa más importante en una generación". Es un éxito que, como ocurrió en su día con la Seguridad Social o con los derechos civiles, debería de estar fuera de toda discusión.

Sin embargo, no es así. El debate sobre la reforma sanitaria, probablemente mal dirigido por la Casa Blanca y burdamente manipulado por la oposición, es la batalla en la que se han forjado los peores estereotipos sobre Obama y en la que éste ha perdido la mayor parte de su crédito. Si ahora, una vez que lo más difícil de ese debate ya ha pasado, no se corrigen las impresiones creadas, esta iniciativa puede acabar siendo, como advierte la escritora y columnista Peggy Noonan, "una victoria desastrosa".

En opinión de Noonan, Obama cometió un error al priorizar la aprobación de la reforma sanitaria en un momento en el que la preocupación del público estaba centrada exclusivamente en la falta de puestos de trabajo. Sea o no así, lo cierto es que actualmente sólo el 36% de la población, según la encuesta de la CBS, respalda esa legislación, frente al 54% que la rechaza.

Para la derecha, esta iniciativa es el ejemplo del modelo de economía centralizada e intervencionista, al estilo socialista, que el presidente quiere imponer. Para la izquierda, la ley aprobada el día de Nochebuena por el Senado es la culminación de una política entreguista por parte de Obama y una traición al cambio prometido. Arianna Huffington, uno de los emblemas progres del país, ha dicho que se trata de "una reforma sólo en el nombre". El ex presidente del Partido Demócrata y ex candidato presidencial Howard Dean pidió a los congresistas votar en contra. Ralph Nader ha llegado a considerarla "un producto del Tío Tom".

Todos ellos pasan por alto los méritos de una legislación que, según el cálculo hecho por Harold Pollack, profesor de la Universidad de Chicago, entregará cada año subsidios para ayudar a las familias a pagar sus seguros de salud por valor de 196.000 millones de dólares, que es más de lo que el Estado aporta actualmente en todos sus programas de asistencia social.

Quizá toda esta discrepancia entre los hechos y las percepciones sea consecuencia de la excitación en medio de la cual Obama asumió la presidencia. Quizá Obama está simplemente siendo víctima de la pasión que él mismo generó. Ciertamente, la misma energía que lo llevó hasta la Casa Blanca ha servido para revitalizar en su contra a las bases conservadoras que hoy agitan con éxito entre la América profunda con los llamados tea party. Sobre ese movimiento está construyendo Palin y su grupo del Partido Republicano la estrategia para la reconquista del poder.

Si es así, si Estados Unidos vive bajo el ofuscamiento propio de la pasión, el juicio sobre la presidencia de Obama podría ser más ponderado con el paso del tiempo. Un año, en todo caso, no es tiempo suficiente para calificar una gestión de gobierno. Es un plazo, como el de los cien días, útil para los periodistas, pero, como afirma David Greemberg, profesor de Rutgers University, insuficiente para los historiadores. "Ninguno de los presidentes que han servido a Obama como modelo -Lincoln, Roosevelt o Kennedy- consiguió en su primer año marcar la dirección de su presidencia. Los cambios no ocurren de la noche a la mañana", afirma Greemberg.

Los cambios, apuntan distintas fuentes en el entorno de Obama, comenzarán a notarse a partir de ahora, cuando decrezca la fricción por el asunto sanitario, cuando la mayor creación de empleo alivie la angustia ciudadana y, sobre todo, cuando se reduzca la expectativa de resultados inmediatos.

Será el momento entonces de conocer de verdad qué tipo de presidente es Obama. Hasta ahora el polvo levantado por el impacto de su elección no ha permitido ver con claridad el fondo de su personalidad y de sus recursos como gobernante. Algunos apuntes han surgido, no obstante.

El primero: es un hombre muy reflexivo. Tardó meses, por ejemplo, en tomar la decisión de reforzar con 30.000 soldados más la campaña en Afganistán. Y prudente. Ha mantenido un difícil equilibro entre la presión popular contra Wall Street y la necesidad de proteger el sistema financiero. "En contraste con la generación de Twitter que apoyó su campaña, él no cree que su primera idea es la mejor idea. Tiene una preferencia académica por la precaución", opina la periodista y editora Tina Brown.

Este primer año ha revelado también a un político esencialmente pragmático que cree que el mejor logro es aquel que es posible obtener. "No convirtamos lo mejor en enemigo de lo bueno" es una frase que Obama ha repetido en la polémica sanitaria, en la cumbre del clima o en las negociaciones entre israelíes y palestinos. "No es una figura de arcilla ideológica, es un personaje que prefiere hacer cosas y dejar que otros moldeen su imagen. No porque no sea bueno para eso, es que, en un universo político de ideológicos vociferantes, él carece tanto de la ideología como del instinto de hacerles frente", opina el columnista Richard Cohen.

Por eso la izquierda se siente tan decepcionada con un presidente que, pese al fracaso del bipartidismo, se niega a gobernar contra la mitad del país. Y por eso la derecha ha tenido que recurrir a sus argumentos más bajos y pueriles, el del racismo y el de la amenaza bolchevique, para intentar neutralizar a un presidente imbatible en el intercambio civilizado de ideas.

Tal vez, como sugieren algunos de los emergentes obamanólogos, Obama sea demasiado civilizado para el cargo que ocupa. Tal vez su estilo didáctico y sus cualidades oratorias, fabulosas para una campaña electoral, no se avienen con las exigencias de su terrible puesto.

Tal vez. Pero es más cierto que el perfil de una presidencia se va moldeando con el ejercicio del poder. Como el propio Obama dijo en 2006, "no creo que nadie sepa lo que es ser presidente hasta que se es presidente". O, como afirma el profesor Greemberg, "los verdaderos logros de una presidencia ocurren cuando hay que combatir contra tempestuosos vientos de cara".

Ahora soplan esos vientos. Soplarán más fuertes aún en las elecciones legislativas de noviembre. Esos vientos medirán la entereza de esta figura esbelta que cautivó al mundo. Esos vientos, que ya se han llevado la pasión desatada en las calles el 20 de enero de 2009, probarán ahora si Obama es el presidente transformador que la historia americana produce una vez en cada generación o una efímera figura de YouTube.

Lo Ultimo

Actualización de la Ley Dominical